sábado, 18 de enero de 2014

Cuarta dimensión





Al fondo del espejo,
mira al fondo;
acepta las manzanas desterradas,
las horas macilentas
donde columpias tu fe
de muerte en muerte.

Abre sin miedo
las raíces opacas de mi carne
y contempla
esta mi otra carne más profunda,
esos labios de niebla
que no besan
sino al silencio en llamas,
esos pechos de abismo
donde maman cuchillos y libélulas,
la corona de vidrio
que engalana el destino mis huesos.

Gira el cuello de tu voluntad
hasta absorber la fuente
donde abrevan mis ángeles desnudos,
y dime
si no temes perderte en su cuarta dimensión;
si no te asusta el grito azul del unicornio,
la magnitud del bosque
que va tejiéndose
en el muladar de mis pupilas
en esos días múltiplos de nada,
en que  me nieva una espera
y no sé esculpir con ella un rostro
en la memoria del cielo,
no puedo
sino husmear el esqueleto del sol
bajo la sombra fresca de tus alas.

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