domingo, 23 de marzo de 2014

Credo





















Creo en la noche
en su ojo lúcido,
luz-guía
con su índice clavándose
en la herida.

Creo en la duda,
en sus aristas álgidas,
en la verdad que respiran
sus pulmones.
En todo aquello
que no puede expresarse
con palabras.

Me asustan
las que no duelen,
las acróbatas suicidas
en los labios,
las hiladas
con terrones de azúcar 

y relámpagos
que exorcizan las tinieblas
y luego
huyen
por el desagüe de la nada
o naufragan
en cloacas de vacío
cuando
las verdaderas
se ocultan a los ojos,
o se dejan morir
de fiebre o abandono
sobre la cama prolífica
de un sueño.


Tengo fe
en las palabras
inconclusas,
aquellas que respiran
pureza
en el piélago profundo
del silencio.
En las que nacen austeras, 

sin ambages;
en las que caminan de puntillas;

en las que han sido engendradas
en un gesto.

Creo en lo invisible, 

en lo innombrado.

Creo,
en la sombra
que se desnuda 

de prejuicios
y sangra 

un verso de fuego
por sus manos.

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