jueves, 13 de marzo de 2014

La mendiga del agua
























No puedes verla.
No has mirado
tras las cortinas del cielo.

No puedes verla,
sentir su  escalofrío

ni sanar
sus glándulas de lluvia
que mojan los cristales
del olvido.

Ella te llama
en un idioma incomprensible
para el dogma blando
de tu lengua,
luego
deshace sus trenzas
de dulzura
hasta fundirse
en la noche turbia
de mis venas.

No la conoces.
No has sentido
su peso de eternidad
en mis costillas.
No has visto
un pájaro azul
morir entre sus dedos.

Pronuncias
solo el traje de mi nombre
mientras ella,
la mendiga del agua,
viene a drenar los odres del mundo
que no bebes,
a roer

tiernamente la carne
de mi Voz
hasta dejar solo,
desnudo
su esqueleto.

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