martes, 15 de julio de 2014

Se fue

 




















No la busquéis.
Se fue.
Puso en pie los escasos huesos
de su alma y cerró con llave 
las puertas del abismo.

Era solo una sombra
cuando vino a dejarse moler bajo las piedras azules
del poema.
Era un halo de infancia
portando una maleta de pájaros en celo
entre los arduos ropajes
del silencio.

No la busquéis.
Quiso saltar de golpe
todos los peldaños del olvido,
conducir el luto de las flores
castradas
hacia el occidente de su grito.

Ya no está aquí.
No la hallaréis más entre los muertos.
Se rebeló contra la mano muda que bendecía el oprobio
de las marionetas.
Ahora descansa sobre sus Nombres verdes
en el país donde es maleable todo grito.

Mirad,
ya le han crecido alas en el ojo comido por las aves
del llanto,
y un lobo de luz hinca sus dientes
bajo la cicatriz del dolor entumecido;
ya ondean sus pupilas al viento
y una mano florece donde sangró la rosa.

Hay una niña grave trepando hacia la noche;
una niña talando palabras imprecisas,
esparciendo en la herida
su aliento de campana, tatuando en sus entrañas
un gen de primaveras.

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