domingo, 10 de agosto de 2014

Llegaste a mí



Un día llegaste a mí
así, sin quererlo, como se llega a la orilla
de la muerte,
desnudando uno a uno mis ángeles difuntos
mientras moría de sed un pez
amordazado.
Las manos encallecidas por la sal de los verbos,
vertiendo un sueño al mar por cada gesto alado.


Un día llegué hasta ti,
vino a sembrar mi  gris tu hígado de flores,
y tú multiplicaste mi sombra en otros iris,
vaciaste las agujas que pueblan mis pestañas,
ataste mi estúpida verdad a tu contorno alado.


Ahora
entiérrame por dentro,
haz que viaje mi sangre 

al andén de los nombres coagulados,
hunde tu hacha prolífica en mi garganta súbita
para que un día germinen las ninfas del poema.


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