Un día vino a sondearme el
silencio:
"anestesia a los pájaros del
temblor,
córtales las gargantas
e injerta en ellas algún lirio
de paz,
un pensamiento efervescente
o el cadáver mutilado de un
poema,
y deja ya de sangrar
las amapolas".
No puedo vivir
sin la caricia de su aguijón.
Sin esa ortiga salvaje que
atraviesa
de luna a luna
el cuerpo opaco del misterio.
Tal vez alguien comprenda...
alguien aguarde al al otro lado
de mis túneles.
Escarbe con su mirada
honda cada pasaje agónico, cada
región
de llanto.
Tal vez cicatricen sus heridas
en la pureza de mi barro
ensangrentado
y su limo fértil aminore el
cauce del cansancio.
Tal vez halle respuestas que sean
vapor de ausencias
y se retroalimenten con preguntas
incendiarias
o cenizas de sal que reverberen
al tacto febril
de la palabra.
Tal vez yo misma me alimente tan solo
de mi búsqueda
y sea también
pasto del hambre de quien sabe despeinar las hojas caducas
del silencio y doparse con el
pan
de una promesa...
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