sábado, 21 de marzo de 2015

Vuelos



No creo en el azar.

Lo supe
cuando recogiste los pedazos de sol
que me estallaron en las manos
un invierno de octubre
e hiciste con ellos un pan a la medida
de mi hambre.
No creí en el azar
cuando
el reptil que trepó por las sienes nevadas
del Nunca
deshizo el nudo trabado en la lengua del pájaro
crecido de la noche;
el pájaro
que regurgitó la luz
apelmazada en la materia gris
del cielo.
Siempre supe
que no fue casual el suicidio de las luciérnagas:
era preciso intuir
una luna más honda sobre el agua dormida.
Sentir que pisaba las máscaras al latido
de un verso;
que cuantas muertes pueden sobrevivirnos
boicotean el quebradizo destino de la arena.


He puesto ya casi todas las piedras, amor; estoy amasando
ahora las palomas que encuentro en el camino:
al pie de todas las espinas,
germinando en las colmenas del iris,
anidando
en el beso,
desafiando límites,
mientras tú, sin saberlo siquiera,
vas tejiendo mis alas.

























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