sábado, 30 de mayo de 2015

La golondrina



Amaneció súbitamente en la noche de mis manos
Amaneció sin mí; sólo mi sombra íntima conmigo,
mi sombra
estirando más y más los dedos de mi sangre
hacía las blancas palomas del vacío.

Una golondrina trepó hasta la cornisa
de mi ventana muda;
un faro lejano iba describiendo 
la sangrante trayectoria
de su círculo enfermizo,
relampagueando un aura fértil
de lluvia
sobre la vocación estéril
de los verbos amaestrados
por las tortugas del silencio subterráneo.

Un espasmo, un cuchillo suicida, una certeza
partiendo en dos
la pregunta fantasma...
luego
mi nombre con vocación de tierra,
despejado de alas,
cuenco para la sed de las espigas,
cosecha de miel para la golondrina
que eternamente ha de volver;
la que nunca partió
del nido de mis vísceras azules.
















viernes, 22 de mayo de 2015

En tierra extraña



No hablaré de lo que duelen las palabras
cuando me deshabitan,
cuando se empeñan
en hacer una oquedad opaca entre mis vísceras;
cuando vacían esta ceguera lúcida
quitándome una venda de piedad
con la que sobrevivo a diario en esta tierra tan blanca
como estéril.
No hablaré de la soledad, ni de sus púas al viento,
ni de tantas y tantas muertes que a diario visitan
mi pequeña casa de silencios.
Hablaré de mis manos,
de la inutilidad de su arado, de su dolor de ser 
eternos animales de sombra
en tierra extraña;
 una sombra animal 
que  nadie logra comprender,
que casi nadie ama
y que expande en la sangre de un verso
algo así como el cáncer azul
que la devora.


Albar



Dios nevó anoche en mis pestañas;
posó su lengua desnuda
sobre las ramas de Albar.
Alguien me dijo
que los sueños pueden sangrar
criaturas aladas,
que Albar es desde siempre un árbol
cadavérico,
alimentado por un espíritu de metadona;
un clímax de madera
cuando el gusano del Gris agujerea
los bolsillos de la soledad;
que mendiga palabras de napalm
para incendiar bosques impenetrables.
Pero yo vi
su broncíneo rostro sonreírle
a la memoria del tiempo.
Albar abrió su impertérrita savia,
y el semen de la ternura
esparció pájaros de roble
sobre la endeble vagina del cansancio.

¡Ay, Albar!,
quiero creerte, creándote
en el corazón de mis silencios.

¡Que no despierten jamás los cuervos 
del vacío!
Que no despierten
y picoteen sin piedad
tu indómita luz inabarcable. 

jueves, 21 de mayo de 2015

El vertedero de la luna



La hora del relámpago,
-dijiste-,
ven conmigo
te mostraré el verdadero idioma de las flores
talaremos el abeto gris de nuestra infancia
que amenazó con expandir sus gusanos en tus manos
de niña. Ven conmigo
suéñame cuando lleguen los idus de la muerte
y las plañideras que acuden al atardecer al malecón
de los suicidas
 pinten de negro las uñas
de tu corazón.

Ah, pero llegaron los perros de la ira
y hurgaron en las gargantas de los resucitados,
entonces un pájaro picoteó tus ojos,
los embriagó de negrura,
y ahora
cada palabra sepultada
esconde un hacha y una víbora
en su vientre
y tú te ocultas en un estiércol de tinieblas
mientras yo voy tomando el tren
que me conducirá al vertedero de la luna.
















domingo, 17 de mayo de 2015

El vaso





Cupo mi nombre
en un simple vaso de silencio
varado
en la mesilla de tu medianoche,
donde bebes
a ráfagas
el maltrecho licor

de nuestra infancia.  

sábado, 16 de mayo de 2015

El muro



Padre mío que estás
en el muro
¡protégeme!
No duermo. El sueño no sabe alcanzar
 mis lagrimales.
No duermo, muro santo,
acúname con música de mar y sal,
con un poema que sepa volar
y roce al contacto de mi corazón
la punta de una estrella.

¡Qué feliz soy en tierra de nadie!,
¡qué hermoso este silencio blanco!

Sin embargo, 
algo golpea febrilmente tu piel, lo siento;
dice mi nombre a gritos,
me atormenta
el espíritu. 
Su lengua paraliza mi lengua
cuando me habla de cosas que comprendo...
Y tengo miedo, Padre mío.
Entonces araño una oración
y te reinvento
mientras escondo mi cabeza 
en el cielo, y trato de acompañar
la curvatura alada de los pájaros.

Yo te invoco:
Madre mía,
canta muy alto desde el germen
de tu invisible piedad
mientras me sueñas;
que no escuche una sola voz temblar,
un solo  puño de avarienta certeza
golpeando mi decrepitud,
desconcertando el llanto silencioso
con el que bendigo tu Nombre.
¿Sabes?
allá afuera
se cultivan palabras sobre la dura tierra
y sus frutos son álgidos, y pesan:
son pan para los ahorcados,
leche para la desilusión.
Y yo solo deseo este plato de negrura
que aliño con espíritus del aire, con relámpagos de paz
que atenúan los espasmos de mi desangelado corazón.

Santificad eternamente esta ceguera:
Madre mía,
Padre mío 
que estáis en el muro.


miércoles, 13 de mayo de 2015

Alguien...


Todos los días
hay algún muerto en Brooklyn 
al que nadie reclama.
Es domingo
en las estanterías del abandono
y llueve,
sigue lloviendo tenazmente 
bajo un sol indomable.

Alguien  olvidó anoche
cerrar la llave del gas
o del silencio
y algo estalló de pronto, 
despedazó su costra
entre las uñas del día,
y hoy parecen deformes
los trinos de los pájaros.

A todas horas se producen  suicidios
en Munich, en Atenas,
en Ottawa...
En mi barrio también,
aunque lleve silenciador el arma
del cansancio.
Todos los días alguien debe morir.
Alguien debe tratar de nacer
todos los días, 
tatuarse un sol en la frente,
escribir con sus actos
con su corazón
 un poema latiente, carnal,
incendiario
-no como este cadáver mendicante
que veis-
Alguien con un niño en su sombra:
un honbre,
una mujer
un verbo, una pregunta,
un poema 
puede beber la vida a través de su sed;
algo, alguien
cuya  sangre flamee y pueda derrocar
la ceniza, trufarla de ternura, de fe.

Alguien que aún esté vivo. 


martes, 12 de mayo de 2015

Gálate


Quiso beberse el mar una mañana.

Guardó la mansedumbre
bajo un estuche de tumbas
y calzó guantes de luna
para incendiar el renglón opaco de sus huellas.
Sentía la lengua de un eco salado
lamiendo las entrañas del cansancio,
tatuándole una canción
azul
sobre los huesos;
la sed de la sal
que retornaba de tu frente hasta su desmesura,
de sus plateadas mejillas
hasta la volátil cresta de tu ira.

Quisiste beber el mar,
Gálate ingenua,
y el mar apuró
el líquido fervor de tus arterias.

Cuentan las piedras abisales la leyenda
de tu canción en ruinas;
dicen que se ve
flamear bajo el manto del agua
un mechón de tu sombra
enredado en las algas
de un tañido de plata,
que el silencio sostiene en sus brazos
un nicho de sirenas
y un dolor tan azul y letal
como tus lágrimas.




jueves, 7 de mayo de 2015

Mi tercer ojo


Mi tercer ojo
no entiende de oberturas
con esqueleto de águila;
de orfebrería cromática;
de arco-iris invictos;
de sedantes, de hipnóticos para enmudecer el dolor
de su córnea acribillada por los insectos
de sus interrogantes.
Abre el libro 
por la página en blanco
y disecciona escrupulosamente
el alma de las mariposas del silencio.

El ojo de mi corazón
sabe que el cielo es una droga dura
que se debe masticar solo en noches
limítrofes,
justo antes de que la devoción
de algún violín castrado
mordisquee
con sus ácidas notas
la conciencia.

lunes, 4 de mayo de 2015

Encrucijadas


Siento una rebelión de estalagmitas bajo tus ojos,
hija mía,
-dijo anoche mi sombra-
y sabes que la distancia es un corcel de fuego 
que relincha en los ventrículos de la piedra
escondida 
bajo el puño izquierdo
de un latido;
sabes que hay párpados que se bifurcan 
en las encrucijadas
de la luna;
que no hay tierra sin tumbas
ni cielo sin un nimbus de ceniza,
y tú perteneces al norte y al sur de tus enigmas.
Has blindado demasiadas preguntas con titanio
para no ver sus venas amoratadas por la muerte.
Acompáñame,
mira:
hay una zanja extrema que solo pueden cavar  las uñas
de tu luz;
en ella habitan 
los pájaros abortados por el silencio.
Arroja allí la cera de tus máscaras
y deja que nidifique un sol
y te pronuncie.