jueves, 14 de enero de 2016

Margot



No llamas.
No resuena tu voz en la esquina opuesta del bosque silencio.
Han caído sus hojas, todas, han caído en la batalla muda y asesina del tiempo,
y las piedras nos hablan, nos cuentan sus ruinas...
las piedras, tan frágiles, se quiebran tras la lluvia ácida y cobriza de otoño, ya el invierno asoma sus ojos, vuelve armiño su aura de roca.

Las manos se agrietan, Margot, y no llamas. Sangran las raíces de un árbol antiguo  donde columpiamos la dicha,
 Fue ayer que jugábamos a contar estrellas, fue ayer que inventábamos palomas y hogueras.
Sangran los espejos un sueño castrado.

Ya es de noche y me arde el silencio en las manos, 
sé que al otro lado me nombras, calladamente me piensas hermana de sombra, tú tan bella, tan vital, tan radiante, tan pura... 
 Es mejor así, morderse las manos para no quebrar el misterio, morderse la lengua para no mentar lo innombrable.
 Esperar un canto de sirenas, un golpe de luz improbable que borre los obscenos pasos de la Parca.

¿Oyes?: son las ratas ciegas del temor que me rondan.

No llames, invierte la música, invierte el olvido, escoge el licor de la noche, como antes, devora sus pájaros.
Y mantenme etérea en tu memoria, siempre,
como yo mantengo viva tu alegría.






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