sábado, 19 de marzo de 2016

Rosa de Jericó



Hay domingos sin párpados
en los que la memoria es un desierto 
de sal.
Hay palabras que saben a domingo,
espinas de certeza
que asfixian el cabello añil
de la memoria.

Hay sábados de pasión
que se arrodillan ante el roce
de un temblor,
y abren sus labios
para sembrarse con el polen
de algún pálpito.

Hay sábados que sólo saben pronunciar
los pájaros del vértigo,
y días abisales,
y horarios descarnados en cuyo rostro
de arena
hunde su carne la Rosa de Jericó.

Pero sé que un día despertará
de su letargo;
su náufrago corazón
blandirá una campana de verbos
encendidos
ante el altar de alguna primavera.










2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu poema, donde el realismo crudo no deja de soñar con la esperanza. Confieso que no conocía esa rosa tan singular. Gracias por advertirme de su extraordinaria existencia.
    Abrazos. Óscar

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  2. Gracias a ti, Óscar, por dejarme tu lúcida y amable huella. Es siempre un lujo recibir tu visita, amigo.

    Abrazos.

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