domingo, 10 de julio de 2016

La antesala del azufre



¿Ha de ser siempre así?:
como un golpe en la mandíbula
del cielo
un avispero en las venas,
balada de colmillos,
negro aliento,
eterna agonía del Adiós
abortado.

Luego la nada,

nadie...

Díme,
Alicia mía, nuestra,
tú, que te pronuncias
tras la piel del espejo,
¿Dónde puedo rescatar tus reliquias
sino
en la antesala del azufre?

Allí se posó el polvo de los sueños
naufragados,
en partituras de luz supervivientes
al suicidio del tiempo.
En ese vaho de infancia donde asoma,
pálida,
la dicha.
(azul talado prematuramente
por la verdad implacable
de la tierra).

Es en la antesala del azufre
donde se atrinchera la nostalgia;
donde atenuamos con ráfagas de ayeres
el hambre pertinaz
de la memoria.




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