sábado, 19 de noviembre de 2016

Las palabras suicidas


La hora en punta del olvido, amor mío.
Ven,
antes de que mengue la luna, y las serpientes boreales ronden
mi diluido corazón.
Más allá de nuestra isla sangra
el tiempo, pesa el asfalto,
los árboles de la ciudad se estrangulan con raíces
de niebla, 
 y un revuelo de cenizas sigue eclipsando la fe
de las farolas.

Ven,
 tú que conoces mi condición de paloma,
de umbría tinta sumergida sobre el papel
de la derrota, mi voluntad de trapo que reposa
junto al consumido cigarro
de la espera imposible: cierra los libros
que no leí, y enciende un fuego
de rosas en mi vientre.

Sean tus manos mi mantra,
sea tu carne mi luz.
Y que arda en nuestros labios el silencio, 
sus inútiles abismos,
sus indemnes y trémulos fantasmas,
el humus de amianto de todas aquellas palabras
que nacieron suicidas.




domingo, 13 de noviembre de 2016

El mar



No puedo describir cómo pasó,
cómo lentamente se fue llenando el silencio
de cemento;
creo que sentí primero el crujido,
como si un hueso de ira dislocara de golpe
la esperanza;
luego cayó una estrella, después otra,
y la memoria se fue poblando de peces
amarillos.
Entonces, el mar golpeó mi costa:
me sedujo su plateada sien de sierpe,
los azules espectros que su vientre
tejía.
Tú no estabas allí para sentirlo;
si hubieras visto
estrellarse su piel contra las rocas,
comprenderías que hay ángeles que nacen
de la materia oscura de algún sueño,
duendes
bailando en el filo de la navaja,
horas en celo que se arrastran sobre su tumba
líquida...
pero su voz siembra peces abisales
cadáveres de espuma.

El mar ha muerto- dije yo.
El mar no puede morir-respondió el eco-
tú lo sabes,
siempre fuiste cadáver,
átomo de sal , arena,
olvido,
apenas una sombra
de relámpago.