domingo, 27 de agosto de 2017

El número perfecto



Hoy puedo describir el rostro de aquello
que no vi,
aquello que callamos, lo que no se menciona.

Preparábamos juntas un altar a diciembre,
pero siempre llegaba desnudo, en los huesos.
Recuerdo
los días previos, sus augurios de incienso,
tus pisadas nerviosas por el triste pasillo
de la desesperanza; su sosegada voz, acostumbrada
a navegar a tientas sobre el mar
de las pérdidas...

Recuerdo, sobre todo (y esto es  cierto)
que dos y dos jamás sumaban cuatro;
 una fracción de él, revestida de un cuerpo
fatigado
y confuso
acudía al encuentro,
el resto se hacinaba junto a las risas cómplices
de extraños en tugurios que bullen sobre brasas
de cielos extinguidos.

Pronto vendrá diciembre -decían tus labios-
y modelabas tu verdad con el barro de algún deseo
agónico,
y él mientas daba dos o tres vueltas
al abismo para huir
de los largos brazos de diciembre,
de la irónica intersección del deber
familiar,
de sí mismo,
de su sombra de fieltro;
y en la primera copa del penúltimo olvido
brindaba por la inexactitud
del número perfecto.






domingo, 6 de agosto de 2017

Raíces de cristal



Desplegaba su absurdo equipaje
en la canícula de las horas que anticipan
relámpagos.
Ataviado de orgullo,
vapuleaba la espera, incendiaba los ritos.
Descarrilaban en sus labios
las palomas.

Ellos no comprendieron jamás
la rebelión, el grito absurdo, la redención
de los leprosos.

Y la botella de la decepción esparció en el silencio
su líquido lamento
 al ignorar el invisible tacto, la densidad exacta
de la herida.

Ahora
que hemos podido mirar cara a cara a los lobos
del abismo,
creemos que es posible reparar raíces de cristal,
que es posible talar uno a uno los siniestros árboles
del bosque que nos condenó
a desconocernos.